The hopeless place where we found love.

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HERE COMES THE SUN

domingo, diciembre 14

domingos

Las semanas siempre acaban en domingo.
Por mucho que te esfuerces, cada noche va seguida por una fría mañana sin sol a las 6.30, cualquier noche de asqueroso domingo con los pies congelados vas a encontrarte más sola que nunca y tu padre seguirá sin cambiar esas pequeñas cosas porque con 50 años está complicado. Otra semana más y no has conseguido ver a todas esas personas que llevas lo que parecen años sin hacer caso, no has dedicado suficiente tiempo a algo inservible en el futuro pero demasiado importante a los 17, no has celebrado nada ni has descubierto un lugar increíble. Creo que eso es lo que odio de los domingos, que son el día que invita a resumir todo lo que no has hecho durante la semana, todas las amigas a las que ya no les preocupas tanto porque no estás como ellas, o la de veces que tu presencia no ha importado demasiado o el resto de domingos en los que todo el mundo ha brillado por su ausencia. Y no lo entiendo, no entiendo por qué no me vale con acordarme de lo bien que me sentía el sábado a las 9, de lo mucho que llueve en la sierra y lo bien que sienta, de lo que son 5 horas desconectando y de lo mucho que puede esconder una persona en Alonso Martínez. Yo no sé qué estoy esperando para irme a dormir, no sé qué más le pido a este fin de semana que no me haya dado ya... la verdad, la vida es preciosa. Y tú te salvas constantemente de la vida mientras la vida te salva constantemente de ti mismo. Cualquier jueves es completamente imprescindible y por eso, solo por eso, sé que merece la pena. Igual ya no encajo de la misma forma, me he convertido en otra pieza del puzle o en otro puzle distinto... supongo que no me merezco que nadie decida eso por mí, pero ya que lo habéis hecho, que sepáis que sé encajar en otras muchas partes.
Bueno...
Esta semana también ha acabado en domingo.

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