The hopeless place where we found love.

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HERE COMES THE SUN

lunes, mayo 26

the man who can't be moved

Lo oscuro de los martes de anginas y lluvias. Lo oscuro de un Febrero al que le pedíamos ser mejor. La magia o lo hijo de puta que puede ser el destino. Hablo de cuando ya dejamos de esforzarnos por llegar a la meta antes que nadie y empezamos a preferir quedarnos atrás del todo para no ver nada que pueda doler. Hablo de espejos que nos miran juzgando, hablo de desvivirte por ser como ellos y que no te acepten. De desvivirte por ser diferente y que no les guste. He intentado salir de esta de todos los modos posibles. Vengo a contaros lo que es no tener a nadie cuando lo necesitas. Vengo a recordaros que yo nunca os pedí ayuda y ahora sigo sin necesitarla. Vengo a escribirte por segunda vez, porque tú sí eres una necesidad, no me fallas y espero que nunca lo hagas. Tú eres las noches y las mañanas y todo esto, sin estar enamorada. Estoy aquí para jurar una vez más que no aguanto, que definitivamente no puedo ser tan fuerte. Que ya me han quitado demasiado. Ya me has enseñado a valorarlo todo. Ya me he rendido y he vuelto a la batalla cien mil veces. Y podría contarte todos los ojos de los que me he quedado colgada intentando que algunos, en silencio, viniesen de repente a salvarme. Pero no. Seis veces no. Solo quiero que tú no me falles nunca. Y me arriesgo a pedirlo sabiendo que todo lo que he rogado de rodillas llorando, sin estómago ni corazón para seguir, todo, ha fallado. Pero corro el riesgo de pedir que tú no. Te has convertido en necesidad, capricho y alguien diferente.
Vuelvo aquí para perder el tiempo una frase más. Y solo pido que venga. Por favor. Que vuelva. Que esté. Que me absorba. Que me mate. Que me haga desaparecer, porque no aguanto más.

lunes, mayo 5

...

La primavera número dieciséis se le escapaba como todas las anteriores. El sol brillaba cada día un poquito más y con lo que hace unos meses soñaba ahora ya ni se conformaba. Yo diría que todos aquellos que mueren rodeados de muchos, mueren sin saber quién valía la pena y quien no. Y yo voy por mi primavera número dieciséis, cualquiera se reiría de mis ganas de tener ya claro quiénes son los de verdad. A veces un simple chico en un coche amarillo puede sacarnos un poquito del vacío. O a veces alguna pequeña señal de esas que solo nosotros captamos. Luego están aquellos que deberían ser nuestro pilar, nuestra escalera para salir del agujero negro... Y acaban siendo el empujón que nos hunde aún más.
Siempre he creído que tiempo al tiempo para todo, y aún así esperar es una de las peores palabras que existen. Esperar. Porque al final nos pasamos la vida esperando a la muerte. Y eso significaría que esperar es algo horrible, un desperdicio, una pérdida total. O tal vez significa que esperar es algo precioso, que esperar es vivir. Que esperar es cada mañana, todos los veranos, las dieciséis primaveras que llevo... Esperar es ponerme faldas, cuando por fin hace tiempo de pantalón corto, los últimos esfuerzos, las tardes en la parada de metro, los polos rosas y amarillos, los bancos, las navidades y el café. Esperar es la rutina, esa de la que nos quejamos sin saber que sin ella estaríamos muertos.
Sin Plaza Castilla o Blasco, sin Entrevías o Pinar de Chamartín, sin Nuevos Ministerios o las calles pequeñas hasta la academia. Sin los viernes acostumbrados, sin las sopresas de un puente o los cambios preciosos.
La verdad, no quiero ni pensar qué escribiré durante la primavera número diecisiete, pero espero acordarme de leer esto de nuevo.
Esperar es vivir. Y para cada momento, vale alguien distinto.

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