Estás de espaldas

Ser valiente.
Durante años lo intentaba, lo imaginaba. Siempre arriesgando a medias y quedándome con las ganas. Siempre hablando de casis. Siempre tuve poco que contar para todo lo que sentía, pocas historias para todo lo que viajaba. Y entonces llegó. No sé si fue porque mi padre me enseñó de pequeña que nos arrepentimos más de lo que no hacemos que de lo que sí, o porque me aburrí. Pero ahí estabas, tan lejos de mí que no pude parar hasta que te acercases. Tan difícil que solo podía pensar en cómo descifrarte, en la salida de tu laberinto, en los jueves tan profundos y los domingos tan altos. Tú cumpliendo años y yo perdiéndolos por fin. Amaba en libertad. Y aunque ahora yo escriba sobre algo que no debería, estoy mejor. Aunque sé que estuvo mal, quiero pensar que me cambió. Me cambiaste. Ahora quiero crecer, pero crecer bien. Ahora soy yo llamando la atención, soy yo siendo yo y gustándole a la gente. No me hace falta contestar bien para ser buena, vestirme como todos para ser guapa. Esa mirada fría ha hecho la mía tan caliente... Sigo pensando en ti cuando necesito que alguien me aconseje. Y eso que tú nunca me aconsejaste. Pero a veces hay que escuchar las cosas como son, como no quieres que sean. Solo recorrer calles y subir algunas escaleras. Solo hacer lo que queremos sin importar el resto. No quedarnos con las ganas, no arrepentirnos... Solo llorar. Y ya no fuiste un casi, sino una historia.
Me siento tan valiente, cada día un poco más cerca de la libertad. Si existe...
Todavía me atan cosas, todavía estoy insegura. Todavía estoy sola, incluso cada día más. Pero no siento la soledad y poco a poco la presión se va. No sé si hoy estoy contenta o mañana también voy a flotar un poquito por encima del suelo. Quizá la ola que rompe cuando el mar está en calma no sea para mí, no ahora. No quiero un mar en calma. Necesito el Levante, las noches sin dormir y las playas de agua fría. Necesito la lluvia que te empapa y los caminos inciertos. Necesito los horarios imprevistos y las horas viendo películas. Me encanta equivocarme, odiar.
Y, para recordármelo todas esas veces que volverá a pasar, al final, me encanta estar loca y hacer el ridículo. Porque si nadie me ayuda, puedo sola.
Viajo sola. Y por ahora, no quiero llegar.